No es un planteamiento filosófico. No viene referido a Paz Vega. Ni mucho menos a Paz Padilla. Y por sobre todo, jamás nunca, a la sombra que se cierne sobre los rencores hacia un, para mí, no del todo merecido Oscar, venido de la mano de Penélope Cruz, en su... digamos, pasable, interpretación en ese modesto film de Woody Allen.
Es simplemente la verdad.
"Abriose la ventana sin un plano fijo en el que apoyarse, las apagadas luces, establecieron el telón de fondo por el cual todos, sin venir a cuento, formaron los inicios de la obra. Como si de una melodía ocurriese desde el fondo de las tinieblas, una luz apareció en la distancia. Una luz amarillenta que decidió salir temprano, haciendo caso omiso de los ruegos de sus familiares. Esa luz truncó la absoluta notoriedad de la oscuridad, que, con temple y decisión, juzgó que no debía ser así, por el bien de todos. Y esta luz fue sumida en oscuridad. Sus familiares tuvieron el gozo de, ahora sí, llorar debidamente por la pérdida extrema. El resto de árboles juraron no ser tan benévolos con la oscuridad y se tiznaron ellos mismos, en pos a superficiar esta, cuyo color negruzco se tornaba en rojo. La suciedad se apoderaba del mundo mientras la oscuridad ya no era de color azabache. Los ríos corrían y los lagos, desaparecían. Las aguas de los océanos se llenaban, y, al mismo tiempo, un alma se desesperaba. Así hasta que todo cesó. Y los ríos terminaron su andadura, así como de la amarillenta luz, sus familiares firmaron la definitiva sentencia de la última gota de desesperanza, en este hipotético caso de furiosa oscuridad. Pero esto nunca ocurrirá. La oscuridad es negra y las luces son blancas. Así es la Paz. Así es el mundo. La simpleza de una síntesis sombría dio paso a la simple monotonía de las calles repletas de luces de colores. Y así, la Paz se llevó el mundo."
Me he reconciliado con mi mejor amiga. Se lo dedico, aunque nunca lo leerá.
